El acompañamiento durante la maternidad y el conocimiento de las emociones en este período son fundamentales para definir qué significa ser madre y ser padre.

“Creo que hasta el momento socialmente, desde lo bueno y lo peor, las emociones recaían sobre todo en la mujer embarazada. Por ejemplo si había un problema se entendía que el conflicto pasaba por la mujer, como así también la pérdida o complicación. Entonces se le sumaba aún más culpa, peso y responsabilidad a lo que ya venía transitando”, comentó la psicóloga perinatal, Marcela Brindo en diálogo con el médico Facundo Tessarrieu.

Ambos profesionales consideraron importante hablar del tema que involucra a la pareja, la persona que la acompaña, la familia, la comunidad y el equipo de salud. 

Maternar juntos

En cuanto al acompañamiento, expusieron lo que sucede con las emociones del padre. En el pasado se lo dejaba de lado  y no participaba en el parto o en la crianza de su hijo, su hija. La responsabilidad de los cuidados recaía sobre la madre. La licenciada subrayó los cambios de roles en la actualidad. “Se trata de construir un vínculo, la maternidad y paternidad dan la posibilidad de la responsabilidad psicosocial y comunitaria. Lo que engloba el concepto de ser acompañante es la de fortalecer a la mamá, contener y darle confianza de su propio saber”.

Obtener el título de madre o padre llega cuando nace la niña o el niño. Se trata de un aprendizaje continuo a través del tiempo, que debe tomarse con una actitud abierta, sabiendo que habrá errores, que podrán ser reparados. Madre y padre van probando sensaciones, formas de acercarse y entender. “Cuando nace un bebé, se da un espacio de unos meses que implica un reencuentro entre madre y bebé. En ese primer tiempo, es clave que la madre esté lo suficientemente acompañada, en necesidades que pueden ser cubiertas por otros, para estar disponible para atender al bebé. Debe concretarse un reencuentro como lo era cuando estaba en la panza, pero ahora afuera”, amplió la licenciada. 

Durante los primeros meses de vida, hay que atender al bebé. “La sensación que se tiene es que ya no puede hacer nada más para una misma, la demanda que genera conlleva a dormir horas salteadas, estar permanentemente atenta a ver qué es lo que necesita el bebé. Es una sensación distinta, sumada a que la mujer acaba de parir, está en la etapa de lactancia y tiene dolores, esto genera una sensación de malestar que tiene que ver con ese cuerpo, que ya viene modificándose hace nueve meses, sigue cambiando también su estructura”. 

Evoluciones emocionales

Los cambios son de orden externo e interno, causa impacto saber que se está gestando un ser y pronto llegan los cambios profundos. “Imaginar al bebé primero, luego, como un ser independiente cuando empiezan a mostrar los primeros movimientos hasta cuando se le da un rol vincular, por ejemplo, en el momento en donde el tío lo lleva a la cancha de fútbol. Va creciendo a nivel simbólico.

Un hijo es la proyección de, es algo que nos trasciende, cómo no va a ser movilizante para la madre y la familia un nuevo miembro”, sostuvo la profesional invitada. Resaltó que la persona gestada también será parte de la sociedad, “si tomáramos conciencia estaríamos mucho más comprometidos y cuidaríamos de ello, hablando también a nivel político y económico, lo que implicaría la inversión en el cuidado de un nuevo miembro”.

Maternidad como destino

La licenciada hizo referencia a las distintas épocas donde la concepción de la maternidad era distinta, distinguiendo que cuando las abuelas eran jóvenes ser madre se planteaba como el destino de la mujer. Entonces, se casaban para tener hijas, hijos, era su función, su proyecto de vida, poco podemos saber si realmente se elegía. “No sé si era bueno o malo, era acorde a un momento con una serie de variables culturales, morales e ideológicas de ese momento”, explicó.

Nota completa en la edición Nº 62 de EcosPuntaltenses, producto de la Cooperativa de Trabajo Ecomedios. Todos los derechos compartidos