La Feria Artesanal municipal de Bahía Blanca que está en la plaza Rivadavia, con el tiempo se ha convertido en parte del patrimonio local. Con el objetivo de reunir trabajadores independientes que apuestan a la autogestión, su labor, impulso y presencia albergan lo hecho a mano.

El pasado 19 de marzo se conmemoró el Día Internacional del Artesano y la Artesana, fecha fijada por la tradición católica para conmemorar el día de San José en recuerdo del padre de Jesús, cuyo oficio era el de carpintero. En la ciudad, desde hace más de 30 años, un grupo de personas prioriza lo hecho mano, para acercarles a los y las vecinas, y ocasionales visitantes, distintas creaciones de calidad.

“Hace varios años, estábamos distribuidos por la ciudad y armábamos nuestras pequeñas mesitas en distintos puntos. Por ejemplo: afuera de lo que era Casa Tía o sobre Chiclana afuera de los bancos. Estábamos separados, por así decirlo. En un momento surgió la idea de juntarnos en un lugar en común, así compartíamos espacio y podíamos formar algo más organizados. Hasta ese momento cada uno se valía de su trabajo cómo y dónde podía, y donde nos daban un permiso para armar”, comenzó la feriante, Adriana Iglesias.

Tras esa inquietud, el grupo transitó varios intentos. “El primero fue en la plaza Payró. Yo todavía no estaba. Nuestra primera ordenanza, que si no me equivoco es del año 83 u 85, tiene que ver con ese espacio. Eso duró un tiempo, pero siempre sucede que deja de funcionar porque no pasa la cantidad de gente que se necesita. A veces es cansador estar muchas horas en un lugar y que no haya ventas, por lo que muchos priorizaban vender de forma particular o a negocios”, recordó.

Y, siguiendo esa línea, agregó: “Luego, se intentó en la plaza del Sol y fue en la época en que empezó la Feria de la Cultura que se hacía en diciembre. En los 90, se intentó nuevamente en la plaza Rivadavia. En principio se hacía un armado en paralelo a donde estamos actualmente, pero un poquito más atrás. Costaba mucho que la gente entrara. Aunque parezca mentira, esa cosa de meterse adentro de la plaza era bastante complicado”.

Luego pudieron organizarse sobre la vereda. “Ahí definitivamente empezó a funcionar mejor. Además de a poco se fue sumando gente.  Al principio era cada uno con sus mesitas, hasta que tratamos de uniformar y armar puestos todos iguales. El objetivo era buscar un punto de venta único, en el que pudiéramos compartir y decir ‘acá estamos los artesanos y las artesanas de la ciudad’”, contó.

Producciones manufacturadas

En la actualidad la Feria transita un momento particular ya que por la pandemia, muchos compañeros y compañeras tuvieron que buscar trabajo de otra cosa y, al finalizar, decidieron continuar por esa vía. También están quienes participan de forma esporádica. Hoy, al espacio lo conforman unos 20 o 30 puestos permanentes.

“Hasta el momento todos los puestos que tuvimos los hizo la feria, es decir nosotros juntamos dinero para comprar materiales. En pandemia tuvimos la ayuda de Turismo bonaerense, que nos dio unos subsidios y pudimos armar los puestos con techitos de chapa transparente. Hace un par de años, desde el municipio, hicieron esos grandotes que estaban el año pasado. Duraron muy poco porque se volaron con la tormenta y ahora estamos en cero de nuevo, tratando de rearmarnos”, explicó.

Adriana hace platería y, con el tiempo, sumó un taller de sahumerios. “Para mí, la feria es mi lugar de pertenencia: mi trabajo, mi forma de vida. No sabría cómo vender mis productos, si no fuera dentro de una feria de artesanos. Además el acompañamiento de los compañeros y las compañeras es muy importante. Siempre nos damos una mano, un punto de vista y compartimos. Somos como una familia”, finalizó.

La convocatoria para quienes quieran sumarse está permanentemente abierta. El único requisito a tener en cuenta es que las creaciones deben ser fabricadas totalmente a mano. Para más información, los y las interesadas pueden visitar el Facebook o Instagram de la Feria Artesanal.