Por decreto comenzó formalmente el desmantelamiento del  Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa).

El jueves 29 de febrero fue designado el economista Carlos Luis Pirovano como presidente del Incaa, en una señal inequívoca del tratamiento que se dará al organismo que sostiene buena parte de la producción cinematográfica argentina.

Las razón oficial de esta injerencia en un ente autárquico, ya que autorregula y se sostiene con fondos obtenidos de un impuesto ad hoc incluido por ley en cada entrada de cine, seria: “La readecuación de la estructura organizativa”, aunque la virulencia en los dichos previos y el destrato a los sectores de la cultura entre los que está el cine, no contempla a los miles de trabajadores que tributan como cualquier ciudadano y verán disminuidos drásticamente o perderán sus medios de vida y el de sus familias.  

Todo se debe a que el miércoles 12 de marzo en el boletín oficial se publicaba la Resolución 16/2024 firmada por Pirovano, que suprime varias áreas como la Subgerencia de Prensa y Comunicación o la de Coordinación de Género y Diversidad; cancela contratos ya firmados, suprime puestos de planta transitoria, revierte la designación de cargos de planta permanente ya concursados y hasta corta: “… las erogaciones correspondientes a la compra de suministros comestibles para el personal”.

Por este motivo, hubo protestas locales como la que se realizó en defensa del Cine Gaumont – Espacio Incaa 0 y cabeza de la red principal de distribución del cine nacional que está próximo a malbaratarse-, que fue reprimida con el uso de innecesaria fuerza y apoyos internacionales como la carta abierta firmada por más de 300 directores, productores, intérpretes y críticos prestigiosos.

Recortes más a tijera que a motosierra, unas tijeras que cada vez que se aplicaron al cine revelaron el ánimo de censurar.