Esta secuela de Frozen: Una aventura congelada (Chris Buck, Jennifer Lee; 2013) llega con el mismo equipo creativo y el mismo lejano sustento en el cuento La reina de la nieve del danés Hans Christian Andersen, que justifica la ambientación escandinava.

Aquella animación fue una “pegada” enorme de Disney, que la había lanzado como un producto menor para mantener los engranajes aceitados hasta el próximo tanque y resultó un éxito global, mientras que esta viene consciente de las expectativas del público.

La factura visual es impecable con unos paisajes otoñales bellísimos y las escenas de acción son espectaculares, pero recae en el mismo exceso de canciones y sentimentalismo  de la original –la lacrimosa escena en la caverna lo prueba con creces- y de las viejas producciones del cada vez más poderoso estudio.

Las protagonistas siguen siendo las hermanas Elsa la soberana de Arendelle y la aguerrida princesa Anna, que comparten la alegría de estar juntas con la familia extendida que constituyeron con el novio de Anna, su reno Sven y el muñeco de nieve Olaf.

Una armonía que se cuartea cuando Elsa siente un misterioso llamado del bosque encantado y decide internarse en él a pesar de los peligros que implica dando comienzo a la verdadera aventura, porque los demás la acompañan y porque hasta ese momento había pasado poco.  

“Confía en tu camino.” y “Repara los errores del pasado.”, serían las exhortaciones  bienintencionadas de este éxito en Argentina y el mundo que ha superado la recaudación de la primera entrega, aunque contrariando al título le falte su frescura.

Y una advertencia: Hay una graciosa escena extra tras los créditos finales. 

Ficha técnicaDirección: Chris Buck, Jennifer Lee. Guión: Jennifer Lee. Montaje: Jeff Draheim. Música: Christophe Beck. Origen: USA – 2019. Calificación: Apta para todo público.