Una serie con todo el marketing, pero también con toda la onda aventurera.

El estreno de The Mandalorian fue la clave del exitoso lanzamiento del servicio de streaming Disney + en noviembre de 2019 y antes que el enésimo  desprendimiento de Star Wars es un western espacial independiente creado por el showrunner Jon Favreau, por lo que el espectador recién llegado sólo perderá algunos guiños. 

Cada uno de los episodios de cuarenta minutos de  la serie, traslada los tópicos característicos del género del oeste a planetas desérticos, bestiario galáctico y acción interestelar y en la apertura vemos que el cazarrecompensas mandaloriano –nacido en el planeta Mandalore y apodado Mando- entra a una taberna para aprehender un fugitivo, lo logra con mediano despliegue de fuerza, lo empaqueta en carbonita y lo lleva en su nave a la autoridad competente. 

Esa estructura estilo Randall, el justiciero (1958/61) con algún agregado pintoresco, habría sido suficiente para mantener el interés, aunque la fuerza del serial no está en la mezcla de vaquero y caballero medieval– debajo de la armadura está el actor chileno Pedro Pascal- del mandaloriano, sino en el personaje animatrónico bautizado como Baby Yoda. 

Un pequeño verde y orejudo –millones de peluches vendidos-, que motoriza la trama de la primera y segunda temporada de 2020 y la tercera a estrenar a fin de este año si los reclamos del público son oídos, ya que la misión del protagonista es entregarlo a salvo a un maestro Jedi.

Sucesión deleitable de desafíos y encuentros con nuevos y viejos personajes que mejor no spoilear, mientras acecha el villano de turno -inmejorable Werner Herzog,- que recupera el espíritu aventurero de la saga con la fastuosa factura visual de Disney, aunque el nivel de los dieciséis episodios emitidos sea desparejo.