Matías Matarazzo es un escritor local que participa en la organización del Festival de Poesía Latinoamericana de Bahía Blanca desde sus inicios. A través de dos libros en formato físico, uno virtual, creaciones en otros soportes digitales y varias participaciones en antologías, comparte su visión del mundo con el género poético como su gran aliado.

Primero salió ‘Un día de campo’ en 2011 y luego el libro electrónico ‘Cosas bellas’ en 2016, que fue un anticipo de su tercera obra ‘Odio ver cómo las cosas bellas mueren’, que se publicó en 2017. “La literatura es un mundo al que pertenezco entonces no lo tomo como una profesión o carrera. Es una parte de mi vida cotidiana. Siempre estoy leyendo, organizando cosas, pensando, escribiendo. Es un lugar de pertenencia y una forma de ver el mundo”, comenzó el poeta.

A su vez, dentro de ese universo, la poesía es su herramienta de expresión elegida. “Es un género donde está concentrado el sentido, donde no está todo dicho. En la poesía hay mucha libertad. No hay tantas reglas, sino que permite experimentar, y brinda las virtudes de la brevedad y la concentración. Además te permite indagar. Es un espacio donde uno no tiene totalmente el control. Eso me atrae mucho”, dijo.

En ese sentido, Bahía es una ciudad inigualable para desplegar todo su arte: “Tiene la particularidad de tener mucha actividad poética impulsada por espacios de gestión y académicos que han generado una tradición. Hay poesía en todos lados. Cuando pensamos en el Festival, hace ya 13 años, lo hicimos como un espacio de reunión de todo lo que rondaba; de celebración y visualización del movimiento. Hay poetas de la ciudad que son leídos en todo el mundo y, a su vez, la poesía local dialoga con otros países y ciudades de Argentina. Es una forma de conexión”, valoró.

Matías, desde pequeño, transitó distintas experiencias que fueron marcando su camino como, por ejemplo, el taller de Mirta Colángelo en La casa del sol albañil o la Feria de la Cultura, para la que con su hermano confeccionaban libros, en la máquina de escribir de su mamá, y los vendían a 25 centavos. “Eso me marcó y tiene que ver con esto de una ciudad en la que podían crecer distintas propuestas. En la adolescencia seguí con más talleres y creo que fue ahí, ya terminando el secundario, que supe que quería estar relacionado a este mundo de edición de revistas, escritura de poesía y coordinación de eventos”, recordó.

Y, siguiendo esa línea, contó; “Desde la adolescencia para acá, no veo ninguna razón para no escribir. Es una forma de pensar. Es un espacio de pensamiento donde puedo encontrar la manera de indagar el mundo que me rodea o interesa, con cierta libertad, creatividad, profundidad, concentración de sentido y donde me doy lugar a la sorpresa, a que los textos cobren vida”.

Entre sus pasos a futuro está el proyecto de publicar dos poemarios más: uno basado en  libros de textos de principios de siglo para enseñar la escritura manuscrita y el otro con poemas que concentran varios años y capas de escritura, llamado ‘Canción de verano’, creados durante varias de esas temporadas. Asimismo, hay más ideas a concretar ya que, como expresó: “Siempre estoy escribiendo”. 

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