La sitcom canadiense poco promocionada, que arrasó en las últimas premiaciones.

A parecer el comediante canadiense Eugene Levy –conocido por American Pie (Paul Weitz; 1999)- y su hijo y colega Dan Levy querían trabajar juntos, así que escribieron el guion de la comedia Schitt’s Creek y  lograron estrenarla en 2015 en su país. 

No fue un batacazo, pero fue ganando espectadores y finalmente llegó al mundo desde Netflix y a ser considerada como la mejor comedia en la pasada entrega de los Emmys, entre otras premiaciones. 

La trama usa como motor el viejo recurso de sacar a los protagonistas de su ambiente y trasplantarlos a otro desconocido, algo que les sucede a los cuatro miembros de la acaudalada familia Rose, que llevaron una vida de lujos y placeres en Los Ángeles hasta que su administrador los estafa y los deja casi con lo puesto. 

Casi porque les quedó Schitt’s Creek, un pueblito perdido que compraron caprichosamente porque su nombre en inglés suena como “arroyo de m…”, al que deben mudarse y tratar de sobrevivir hasta poder venderlo. 

Propuesta simple donde la efectividad de los chistes o Punch Lines que suelen marcar el ritmo en las sitcoms no está asegurada, pero cuyos absurdos personajes  interesan. En particular gracias a las interpretaciones de Eugene Levy y Catherine O’Hara como el matrimonio Rose y el secundario de Chris Elliott, como alcalde insoportable. 

Un ciclo que estrenó su sexta y última temporada en 2020, aunque sus más de trescientos episodios han dejado mucho para reír –algo tan necesario en estos momentos- y algunas entrelineas sobre la brecha entre los que tienen más y los que tienen menos.